martes, 13 de enero de 2015

Maestro Shido y Maestra Postrera


"Quien no sabe ser agradecido, es una gran mierda apestosa" le oí decir a conocido personaje quien, luego de esa sentencia, se bebió el café de un tiro y salió del local por su propio impulso, maniobrando la silla de ruedas entre las mesas del pequeño local, sin voltear a vernos. Éste personaje estuvo también en Guerrero, en la segunda mitad del siglo pasado, en las cañadas, a salto de mata con la guerrilla de aquellos estudiantes y maestros de Ayotzinapa, bajo el mando de Genaro Vàzquez. Sí, la historia es desmemoriada, desleal... desagradecida.

Insisto en que yo soy un pendejo, pero inteligente, un pendejo - inteligente que nada tiene que ver con los pendejos - pendejos, los cuales son una triste mayoría. Y honrando a la historia reciente, a finales de 2014 tuve la oportunidad de inaugurar el horno de la estufa con masa madre. Ésta idea nació luego de largas conversaciones con mi maestra Postrera, quien me invitó a fotografiar sus recientes creaciones de repostería, delicias que no solo atrapé con la cámara, sino que degusté en más de una ocasión, con el agregado del saber adquirido en materia de ingredientes, y del concepto socialmente responsable que había en ellos, del comercio justo y de lo sano que era seguir las formas tradicionales en la preparación de alimentos en nuestro país.

Maestro Shido
Maestra Postrera
Y sucedió que no solo comía el postre del momento, sino que de alguna manera comía historia, costumbres, reactivaba los histogenes de una herencia milenaria, cumplía el ciclo de la vida que iba del onceavo cielo hasta el inframundo y de regreso. 

Cuando creí que el tema se agotaba y que debía decidir el aprender a elaborar algo de repostería con ingredientes naturales, apareció el gran tema del pan con masa madre... el pan... recordé que esa pieza cocida había estado durante muchos años de mi vida, desde la infancia, y recordaba también el olor cuando salía del horno que existe en casa de mi abuelita. ¡Que lindo! El pan recién hecho en nuestra mesa, con café o leche, o así desnudo, sin más aditivos, corriendo con la pieza de pan en la mano rumbo al parque. ¿Mi pieza favorita? El polvorón. Mi tía Saira hacía los polvorones más ricos de la comarca (imagino aún los hace, porque lo que bien se aprende, jamás se olvida). 

Es más, el pan está desde hace milenios entre nosotros, y sí, desde ese entonces tiene forma de pan. Y en esos temas andaba con la maestra Postrera, cuando mencionó la existencia del maestro Shido. Me habló de las bondades del pan, y de lo sencillo que era recuperar la memoria sobre las maneras de hacer panes con masa madre. Me interesé aún más en el tema de los hornos, y un buen día conocí al maestro Shido, quien junto a la maestra Postrera me animaron a utilizar el horno, y a hacer mi propio pan. Me sentí igual al juego de las escondidas, cuando corrías hasta el lugar acordado para gritar "un dos tres por mí, y por todos mis amigos". Pensé entonces: Hornearé pan por mi, y por todos mis amigos... y algo he hecho.


Sal de vino tinto, romero y especias, cajeta y mermelada de higo

El día llegó, a finales de diciembre. los maestros Shido y Postrera llegaron a mi casa. Traían un presente antiguo pero actual. Sales condmentadas y dulces que ya quisiera producir Nestlè. A la par de eso, panes con finas hierbas y también de tomate. Delicias hechas por ellos en la experimentación total. Panes casi espontaneos en su idea, pero una realidad lograda con paciencia a la hora de entrar al "infihorno". Y yo, como presumo de pendejo - inteligente, lo compartí con mis vecinos. 


Teatro Kamibashi

Un día antes, mi querido amigo "Pan" (ese es su apodo, ganado en una obra de teatro, donde su nombre era Pancracio, pero luego de muchos años, el nombre se vio reducido al de Pan) me regaló un teatro Kamibashi, y me dijo que era para que dejara de hacerme pendejo - pendejo, y terminara de una buena vez  con un proyecto de guión de teatro para niños, sobre Galileo Galilei. El regalo me emocionó mucho, y lo presumí con cuantas personas pude. De ahí saltaron más ideas, proyectos de adaptaciones de obras ya escritas, y de otras cosas más que merecen una entrada aparte. Dos regalos de fin de año, sin saber que habría más.

Grupo de Rock Tsotsil Lumaltok
Creo que el cierre de ese día fue espectacular. Luego de haber cocinado dos Pitsas (ese es el nombre oficial de las que salen del horno de casa) y armado el pan, me fui hasta el escenario del festival Noquis, para escuchar a Lumaltok, el mejor grupo de rock en lengua tsotsil que haya visto. Son intensos, con sonido de las  rolas de blues y rock añejo, del chingón. No desmereció el esfuerzo. Y recordé que en el año de 1998, en ese mismo lugar (parque Morelos, renombrado parque Bicentenario), asistí a una tocada de rock. El escenario estaba justo a un costado del legendario cohete que nunca terminaba su conteo de despegue. Esa tarde noche tocaron los grupos Sabadaba, Jardín Eléctrico, Sur 190 (de mi querido amigo Jorge Aarón, quien ahora me ayuda en esto de la memoria) y Octopus. El del micro y convocante fue el legendario Kiss, y las palabras de bienvenida (luego de unos tragos de cheve con la banda) fueron de Enoch Cancino Casahonda... sí, el poeta Noquis. En esta noche del 19 de diciembre de 2014, los fantasmas estaban convocados. El espacio - tiempo se curvó una vez más y me llevó hasta allá, al día del toquin en la pista de patinaje del Morelos. Los acordes trajeron de vuelta aquel instante, la tarde noche intensa, memorable, entre caguamas y churros de mota, que sabían tan bien entre amigos y enemigos. 

Y sí, esa noche bebí hasta el amanecer.



2 comentarios:

  1. El tío mas chingón que he tenido!

    Gracias!

    Maestro Shido.

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  2. Vos sos el maestro mas alivianado que he tenido... vas que vuelas para Sayayín... ya me contaron algo de un maestro Yoda que te transmitirá su sabiduría de La Fuerza, en Puebla.

    Gracias igual!

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